El cristiano y la depresión

    La depresión es un problema que afecta a un porcentaje alto de personas alrededor del mundo. Solo en México, el 30% de las personas encuestadas por el INEGI comentan que viven en constante depresión o sentimientos depresivos, esto incluye a personas mayores de 12 años. La tasa de suicidios en México al 2019 es de 7,223 sucidios registrados, y de esos, Sonora ocupa el lugar 14 nacional con el 10.2%, alrededor de 708 suicidios registrados, y el porcentaje más alto se concentra en nuestra cuidad de Hermosillo.

            La depresión es un tema latente en la actualidad y se debe estar capacitado para tratar, ya que es común, tristemente, aun en nuestro circulo cristiano. Las iglesias no están capacitadas para dar respuesta a esta necesidad y en vez de dar solución, estamos perdiendo terreno ante alternativas como la psicología y la psiquiatría, que solo presentan paliativos en vez de atacar la raíz que produce este problema, impidiéndoles crecer y vivir una vida plena en Dios.

            La definición de depresión se resume en un problema que se manifiesta en tendencias y maneas de pensar pesimistas sobre uno mismo y la vida, produciendo a su vez vidas apáticas, sedentarias, falta de energía y conlleva a un sin número de problemas sociales.

            Sé que este tema se ha vuelto un tema muy polémico aún entre los mismos cristianos, pero me temo que muchos de nuestros jóvenes están siendo arrastrados por las influencias de este mundo y creen que aún Dios dejó ciertos temas actuales sin ser aclarados en Su Palabra, y de esa manera buscan ayuda fuera de las promesas de Dios.

            ¿Es la depresión algo nuevo, o es en realidad un problema con el que incluso personajes bíblicos tuvieron que enfrentar en carne propia? Mi intención con este post es dar un poco de luz acerca del tema especialmente a los cristianos, por lo que mi enfoque estará en lo que las Escrituras dicen al respecto.

 

LA DEPRESIÓN SEGÚN LA PSICOLOGÍA

 

            LA OMS (Organización Mundial de la Salud) define la depresión como “Un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración”.

            Según la Organización mundial de la Salud, la depresión puede ser crónica, o recurrente y esta afecta el desempeño laboral o escolar, así como el poder hacer frente a tu vida diaria y en el peor de los caos conduce a la muerte, por lo que se debe tratar, en caso moderado o alto con medicamentos y atención de profesionales.

    Referente a los tratamientos psicológicos, hay tres que cuentan con suficientes estudios controlados como para poder afirmar que están bien establecidos. Son la terapia de conducta (que incluye seis variantes: programa de actividades agradables, entrenamiento en habilidades sociales, “curso para el afrontamiento de la depresión” de Lewinsohn, terapia de auto- control, terapia de solución de problemas y terapia conductual de pareja), la terapia cognitiva de Beck y la psicoterapia interpersonal de Klerman. Asimismo, estas terapias han mostrado como mínimo una eficacia similar a la de los mejores tratamientos farmacológicos”.

    Los tratamientos de la psicología para tratar la depresión se reducen a ejercicios sociales y de afirmación al paciente, para aprender a manejar los causales de la depresión y sobrellevar los efectos negativos replanteando la conducta y acercamiento hacia estos eventos.

 

 

LA DEPRESIÓN SEGÚN LAS ESCRITURAS BÍBLICAS


            Es importante que antes de considerar una condición depresiva y tratarla de manera bíblica, se debe asegurar que no exista alguna condición física como pudiera ser:

  • Golpes repetitivos en la cabeza llegan a ocasionar problemas que detonan en depresión.
  • Falta de hierro y vitaminas puede ocasionar falta de energía y enfoque en sus tareas diarias que llevan a hábitos que causan depresión.
  • Desequilibrio hormonal genera cambios de ánimo y falta de estabilidad emocional que llevan en ciertos casos a la depresión.

            Estos son solo algunas de las razones físicas que pudiera ocasionar que una persona llegue a padecer depresión, pero es importante aclarar que cada una de estas cosas se pueden evaluar y conocer mediante procedimientos y análisis físicos, ya sea pruebas en la sangre, radiografías o tomografías, ya que estas muestran evidencia clara y precisa de alguna disfuncionalidad en el organismo.

            Si por alguna razón tuviste un accidente de niño y años adelante te ocasionó lagunas mentales, esto puede llegar a generar desconcierto que, con el paso de los años, genera depresión. En este caso cuando es definido el problema físico, se puede entonces diagnosticar correctamente y aplicar medicamentos o intervenciones médicas que ayudaran a mejorar la condición del individuo.

     Dejando claro lo anterior y desechando la posibilidad de depresión por daño físico, quisiera comenzar nombrando 4 causas generales de la depresión:


1. El temperamento.

Sin duda, aunque todos somos cristianos, no todos somos iguales. Cada uno de nosotros tenemos diferentes personalidades y temperamentos, y nuestra manera de afrontar las situaciones difíciles y las pruebas son totalmente diferentes.

    Podemos categorizar al ser humano en dos diferentes temperamentos: los introvertidos y los extrovertidos. Hay los que generalmente están mirando hacia dentro, y los que siempre están mirando hacia fuera, y es de suma importancia saber en cuál grupo pertenecemos y también cuáles son nuestras debilidades en nuestro temperamento donde podríamos ser más afectados por la depresión. Tenemos que ser intencionales al conocernos y entendernos a nosotros mismo


2. Las condiciones físicas.

Dentro de este grupo se encuentra el cansancio, la tensión excesiva y toda clase de enfermedades. No podemos separar lo espiritual y lo físico, pues no solamente somos espíritu, sino también alma y cuerpo. Aún los mejores y más espirituales cristianos pueden sufrir un ataque de depresión cuando están físicamente débiles que en cualquier otro momento, y lo hemos visto claramente en las escrituras.

 

3. Satanás.

El es el enemigo de nuestras almas. Satanás puede hacer caer nuestro temperamento y nuestra condición física. Su principal objetivo es hacer caer al Pueblo de Dios, y si él no nos puede quitar nuestra salvación, al menos buscará hacernos inútiles e infelices en las manos de Dios.

 

4. La incredulidad.

Si nos rendimos ante Satanás y caemos ante sus ataques es porque en vez de escuchar a Dios lo escuchamos a él. En vez de confiar en las promesas de Dios, caemos en autocompasión.

Pero sin duda, aún detrás de estas 4 causas generales, debemos tener siempre en mente que el mal de todos los seres humanos es el pecado. Éste es la causa principal de cada uno de nuestros problemas.

El pecado detrás de la depresión se puede manifestar de distintas maneras, tales como: 

  • Autocompasión
  • Celos
  • Resentimiento
  • Preocupación
  • Insomnio
  • Desamparo
  • Despropósito
  • Aislamiento
  • Entre otras

Aunque la depresión puede ser causada por muchas razones, cabe remarcar que la depresión no es el resultado directo de aquellos factores, sino que es el resultado de un mal manejo del problema inicial, lo cual sólo lleva al cristiano a hundirse más en el problema.

Si la depresión fuera, como enseña la psicología, simplemente una enfermedad o algo externo a nuestra propia responsabilidad, de la cual no tenemos control, entonces no tuviéramos esperanza alguna. Pero si reconocemos que la depresión es el resultado directo de nuestro propio pecado, entonces hay esperanza.

La depresión no es algo que nos viene por casualidad y sin haberlo planeado, por el contrario, esta puede ser detenida con el poder del Espíritu Santo.

Nadie puede reconocer fácilmente que está pasando por depresión y que ésta ha sido generada por nuestro propio pecado. Todos trataremos de justificar nuestra amargura o ansiedad y trataremos de responsabilizar a otros, o aún a la misma situación por nuestra infelicidad. Esa es la principal razón del por qué la depresión es tan difícil de tratar, y es porque la persona deprimida se siente justificada.

Cuando intentemos ayudar a alguien que está pasando por algo como esto, la persona siempre hará ver su problema como algo único he incomparable, y se hará ver a sí misma como la más desdichada del mundo. Pero no importa cuál sea la situación que la persona en depresión esté pasando (sin hacer a un lado su dolor real), siempre hay que identificar y hacer notar su problema real: su propio pecado.

El cristiano puede no haber sido responsable del problema inicial, pero un manejo pecaminoso del problema sólo lleva a la persona a la depresión. Es como una bola de nieve, esta empieza siendo una simple y pequeña bola, pero entre más ruede y más nieve obtenga, se va agrandando hasta convertirse en una bola superior que hasta sobrepasa nuestro tamaño. Lo mismo pasa cuando el problema inicial no es tratado de una manera bíblica, sino que se trata con autocompasión, desesperanza y culpa, y el problema inicial se convierte en esa gigante bola de nieve imposible de soportar.

Un buen ejemplo de cómo es que nuestro pecado nos lleva al desastre es Caín.

Analicemos el pasaje de Génesis 4:3-8:

“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.”

Todo comenzó con el pecado de haber traído ante Dios una ofrenda pecaminosa. Dios aceptó con agradó la ofrenda de su hermano Abel, pero rechazó la de Caín. Muchos, incluyendo los psicólogos modernos, dirían que lo que causó los problemas de Caín fue el rechazo de parte de Dios hacia la ofrenda de Caín, otorgándole a Dios la responsabilidad de los problemas de Caín, pero el verdadero problema fue la respuesta ante esto de él mismo.

Nosotros no podemos cambiar las difíciles situaciones que se nos presentan, pero sí podemos elegir como reaccionar ante ellas. Este fue el error de Caín, él decidió elegir una mala actitud ante la disciplina de Dios porque eso era lo que él tenía en su corazón. Caín complicó el problema al reaccionar de mala manera ante el rechazo de Dios sobre su sacrificio (“y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.”).

A pesar de eso, Dios tuvo compasión y misericordia de Caín al notar su amargura, y con amor y gracia Dios intenta explicarle que si él hacía el bien, su rostro sería enaltecido, es decir, levantado, por lo tanto, su ánimo sería levantado también (“entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?”). Pero a la misma vez, Dios le advierte a Caín que si continúa con esa actitud proveniente de su corazón pecaminoso, esto sólo complicaría todo y lo haría cometer un pecado más fuerte (“y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”).

Pero al parecer Caín no tomó la advertencia de Jehová, sino que en lugar de arrepentirse se sumergió en un hoyo más profundo de autocompasión, egoísmo, amor propio y de amargura, lo cual lo llevó a cometer asesinato de su propio hermano.

¿Qué hubiera pasado si tan sólo Caín se hubiera arrepentido y hubiera recibido de buena gana el regaño y consejo de Dios? Tal vez se nos contaría otra historia acerca de Caín, probablemente su vida hubiese sido mucho más fácil y favorable si sólo hubiese arreglado su corazón desde un principio en lugar de alimentar su propio pecado.

El pecado lleva a la culpa y a la depresión; el manejar pecaminosamente el pecado complica más aún las cosas, llevando a mayor culpa y depresión más profunda, y así sucesivamente.[1]

Muchos psicólogos hoy en día enseñan que para que uno pueda cambiar su propia conducta, deben primero cambiar los sentimientos. Pero Dios dice que debe ser totalmente contrario a esto, Él dijo: “Si bien hicieres, levantarás la cabeza.” Es decir, primero debemos actuar adecuadamente, nos sintamos o no con las ganas de hacerlo, y nuestros actos nos llevarán a una mejor actitud y ánimo


 

¿Cómo podemos evitar la depresión?

Si tratamos cada una de nuestras circunstancias difíciles con los métodos de Dios, no hay razón para llegar a la depresión. El problema es que no todos estamos dispuestos a hacerlo.

La esperanza de las personas deprimidas, como hemos dicho con respecto a otras cosas, consiste en esto: la depresión es el resultado del pecado del aconsejado. Si la depresión fuera alguna enfermedad extraña, inexplicable, que ha caído sobre él, de la cual él no es responsable, y en consecuencia sobre la cual no puede hacer nada, la esperanza se desvanecería. Los hechos, sin embargo, son que, aunque es posible que no sea responsable del problema inicial (por ejemplo, la enfermedad física, o un problema de finanzas), es responsable de la forma en que trató este problema inicial, que ha de ser con los métodos de Dios.[2]

Hace poco leí una nota sobre un claro ejemplo sobre la condición de nuestro corazón y cómo éste influía en nuestra actitud y la manera de responder ante aquellas situaciones que no están en nuestro control. Este es el ejemplo:

Si vamos caminando con una taza de café en nuestra mano, y alguien más viene y por accidente nos empuja y derramamos el café en el piso. ¿Por qué derramamos el café? Muchos responderíamos que fue por causa de la persona que nos empujó, pero no es así, derramamos café porque eso es lo que había en nuestra taza, si hubiésemos tenido té, entonces hubiésemos derramado té.

Este es un claro ejemplo que nos muestra que la manera en que nosotros respondamos ante nuestros problemas sólo reflejará la condición de nuestro corazón.

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23

“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” Mateo 15:19

Si reaccionamos mal, llenándonos de auto compasión, amargura, quejas, e incluso dejando de hacer lo que nos toca hacer en nuestra vida diaria, esto sólo empeorará el problema inicial llevándonos a la depresión y sólo revelará el estado actual de nuestro corazón, el cual no está descansando en las promesas bíblicas de Dios. Ese es nuestro pecado.

El compadecerse a uno mismo siempre es contraproducente. Consiste en una concentración sobre el “yo” y los supuestos “derechos” de uno y, generalmente, implica una protesta contra la providencia de Dios. Es claramente un pecado autodestructivo.[3]

Al igual que Caín, nuestro pecado inicial es no escuchar y obedecer la voz de Dios, aún en nuestros momentos difíciles. Y cuando no lo hacemos, estamos decidiendo escuchar nuestro propio “yo” y confiar en nosotros mismos. Es ahí donde nos creemos mejor y más capaces de resolver nuestros propios problemas, pero sólo nos hundimos más.

¿Cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos cuando nos hemos dado cuenta que hemos pasado más tiempo escuchando a nuestro propio “yo” en vez de escuchar la voz de Dios? El salmista nos da la mejor respuesta, analicemos sus propias palabras:

“¿Por qué te abates, oh alma mía,

Y por qué te turbas dentro de mí?

Espera en Dios; porque aún he de alabarle,

Salvación mía y Dios mío.”

Salmos 42:11

Lo primero que debemos aprender es lo que aprendió el salmista: debemos aprender a hacernos cargo de nosotros mismos. El salmista no se contentó con postrarse y compadecerse de sí mismo, sino que hizo algo al respecto: se hizo cargó de sí mismo. Y no sólo eso, si no que se hizo algo aún más importante: habló consigo mismo. El salmista se dirige a sí mismo cuando dice: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?”. Dialoga consigo mismo, conversa consigo mismo.[4]

El salmista nos ha dado la respuesta: hablar con nosotros mismos, antes de permitir que nuestro “yo” nos hable a nosotros. Esto suena un poco paradójico e incoherente, ya que estamos seguros que nuestro problema principal es que pensamos demasiado en nosotros mismos, pero no es eso a lo que me estoy refiriendo.

Tomemos por ejemplo esos pensamientos que nos vienen al despertar. No los hemos originado, pero ellos comienzan a hablarnos, y nos recuerdan los problemas del día anterior, etc. Alguien está hablando, pero ¿quién? Nuestro yo. Ahora bien, el salmista aborda el problema de la siguiente manera: en vez de permitir que su “yo” le hablara, fue él quien comenzó a hablar consigo mismo. Y pregunta: “¿Por qué está intranquila dentro de mí?”. Su yo había estado deprimiéndolo y aplastándolo. Así que se sobrepone y dice: “Ego, escúchame un momento que voy a hablarte”.

El arte de la vida espiritual consiste, fundamentalmente, en saber cómo manejarnos. Tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos; tenemos que dialogar con nosotros mismos, y predicarnos a nosotros mismos, y cuestionarnos a nosotros mismos. Debemos preguntarnos: ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Qué motivos tengo para perturbarme?” Tenemos que volver los ojos a nosotros mismos, y reconvenirnos a nosotros mismos y condenarnos a nosotros mismos, y exhortarnos a nosotros mismos, y en vez de estar murmurando de modo tan apesadumbrado e infeliz, decirnos a nosotros mismos: “¡En Dios pondré mi esperanza!”. Después de esto, debemos tener presente a Dios, y quién es Él, y lo que Él es y lo que ha hecho, y lo que se ha comprometido a hacer. Una vez hecho esto, terminemos con esta gran nota: desafiémonos nosotros mismos, y desafiemos a los demás; desafiemos también al diablo y al mundo entero, y digamos con el salmista algo como: “…Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.[5]

Si ya hemos reconocido que el problema principal es el pecado de no confiar en Dios y hemos pasado demasiado tiempo compadeciéndonos, debemos arrepentirnos y confesar nuestro pecado. El Señor está más que dispuesto a levantarnos del profundo hoyo que nosotros mismos nos hemos cavado, pero no lo hará sin antes confesarle que hemos puesto nuestra mirada en nosotros mismos y que hemos hecho de nuestros problemas un dios más grande que Él.

Un claro ejemplo de esto es David al escribir Salmos 32:1-5:

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah.”

David claramente refleja el sentir de una persona que está siendo consumida por su pecado que no ha sido confesado y la culpabilidad que éste le genera, pero también habla del alivio que trae para él el haberlo confesado a Dios y haber sido perdonado.

 

Soy cristiano y vivo en depresión, ¿cómo puedo salir?

 

1.      Debes detectar la raíz del problema que inició la depresión.

            Ver a la luz de la escritura cuál es su condición de pecado y llevar la raíz inicial a una perspectiva Bíblica.

“Sino que cada uno es tentado, cuándo de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Santiago 1:15-16

Esto conlleva a evaluar la situación por medio de preguntas para entender el problema y hacerle ver lo que Dios esperaba acerca de la problemática por la que pasó.

 

2.     Confrontar la manera en que reaccionó a tal problema y la manera en que esta reacción ha afectado su vida.

Es importante, una vez detectado el problema y la raíz de la amargura, la espiral descendiente que le ha llevado no resolver este conflicto de una manera Bíblica, y la manera en la que Dios lo hace responsable sobre sus acciones posteriores.

Una persona no puede estar en control del ambiente y de los problemas que le ocurrirán, pero si puede estar en control de cómo reaccionar, cómo es que va a proceder ante ese problema, por más complicada que sea la situación.

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. 1 Corintios 10:13

La Biblia enseña que por más complicado que sea el problema, Dios brinda una salida, la cual es de paz.

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Jeremias 29:11

Si el aconsejado ha reaccionado con amargura, enojo, depresión o ansiedad, se puede entonces concluir que no ha tomado la solución o alternativa que Dios brinda ante cada problema.

 

3. Buscar un arrepentimiento y confesión de pecado.

“Con misericordia y verdad se corrige el pecado, Y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal.” Proverbios 16:6

El principio es claro, temiendo a Dios el Hombre se apartará del mal, y con misericordia y verdad se corrige el pecado, ambas acciones son necesarias para ayudar a una persona a salir de una condición de pecado. Es importante hablar con la verdad y no suavizar las cosas para no hacerlos sentir mal, es necesario que el cristiano vea las cosas como Dios las ve y así podrá ser corregido, existe una consecuencia por pecado y desobediencia, pero también existe la misericordia de Dios para alcanzar perdón.

“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.” Proverbios 16:6

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” 1 Juan 1:12

“cerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Hebreos 4:16

Es ahí, en el trono de Dios (en humillación buscándole), donde el corazón de una persona alcanza perdón, y de ahí en adelante comienza el proceso de restauración espiritual del aconsejado. Si el aconsejado logra desarrollar un corazón genuino para agradar a Dios desarrollará también un temor a Dios que conllevará a apartarse del mal.

 

4. Llevarlo a tomar medidas sobre las acciones incorrectas y tratar de construir un testimonio en base a lo que hace no lo que ha hecho.

Una vez que existe arrepentimiento y confesión se aconseja tomar responsabilidad por los daños causados a sí mismo y a otras personas por la espiral descendiente de la depresión. El sedentarismo en la familia, las relaciones de amistades dañadas por ira o amargura, descuido personal, deterioro de su vida laboral por apatía o desinterés, son acciones que como consecuencia de la depresión se hacen palpables en la vida del cristiano en depresión, y aún al existir una restauración personal y una corrección de corazón sobre el individuo, debe ahora corregir el daño causado.

 

¿Debería un cristiano tomar medicamentos antidepresivos?

Dios nos ha dado, como a ningún otro ser vivo, la habilidad de sentir todo tipo de emociones, tales como: alegría, enfado, miedo, tristeza, sorpresa, asco; confianza, interés, nervios, asombro, etc.

Pero existe un sentimiento en particular que a muchos de nosotros no nos gustaría sentir nunca he intentamos evitarlo a toda costa: el dolor. El problema es que el dolor es uno de los sentimientos que Dios más usa para llamar nuestra atención, y aún cuando el dolor puede ser causado por uno mismo, es el dolor el que nos lleva a reconocer que somos insuficientes y que necesitamos depender enteramente del Señor. Es el dolor que sentimos como consecuencia de nuestro pecado, que nos lleva a reconocerlo a Él como nuestro único Dios y Salvador.


Cuando un cristiano comienza a tomar de todo tipo de medicamentos para aliviar su dolor, está básicamente callando la voz de Dios en su vida. Cuando consumimos antidepresivos para aliviar nuestro sufrimiento, sofocamos nuestra vida espiritual. [7]

Toda mi vida he vivido alrededor de personas que, aunque no son cristianas, han tratado de aliviar su dolor y sufrimiento con medicamentos antidepresivos, incluso necesitan medicamentos fuertes para dormir porque sus males los persiguen aún en sus sueños. ¿Les ha mejorado la vida? En absoluto, por el contrario, cada día necesitan más y más de esos medicamentos, y cada vez es más difícil dejarlos.

Si las personas se sienten mejor cuando beben alcohol o fuman mariguana, es porque se sienten mejor cuando su cerebro está dañado. Las drogas psiquiátricas no son diferentes. Las personas que toman estas drogas pueden sentir menos sufrimiento emocional. Incluso pueden llegar a un estado de anestesia relativa. Pero en la medida en que se sienten mejor, es porque están experimentando una intoxicación con las drogas.

¿Es el costo demasiado alto en términos de disfunción cerebral y la incapacidad de lidiar con los problemas reales de nuestras vidas?  El recurso a sustancias psicoactivas, ya sean legales o ilegales, recreativas o psiquiátricas, implica un estrechamiento compulsivo del enfoque en la búsqueda de soluciones a los problemas de la vida. Casi siempre se hace hincapié en obtener alivio de las emociones dolorosas, con demasiada frecuencia sin importar el costo potencial.[8]

Se nos ha enseñado por años que es mejor buscar la oportunidad de darle la vuelta a nuestros problemas y fingir que nada sucede, a simplemente tratar con ellos por más difícil que pueda ser, pero a sabiendas que eso nos hará crecer y progresar. Hoy en día, queremos tapar el sol con un dedo. Queremos curar nuestras profundas heridas con un parche, sólo para pretender que aquello que nos está causando dolor no está. Y mientras los medicamentos tienen la capacidad de quitar nuestro dolor superficialmente por un momento, no debemos olvidar que el problema original sigue ahí.

Todas las drogas psicoactivas, es decir, todas las drogas que afectan el cerebro y la mente tienden a ocultar o enmascarar sus efectos mentales dañinos a las personas que las consumen.  A menudo, estas drogas hacen que los individuos embelesados ​​sientan que mejoran mentalmente cuando en realidad tienen problemas mentales. 

En el hechizo extremo de las drogas, obligan a las personas a pensamientos y acciones de guerra, como la violencia y el suicidio, que normalmente encontrarían espantosos.  Todas las clases de fármacos psiquiátricos (antidepresivos, estimulantes, tranquilizantes, estabilizadores del estado de ánimo y antipsicóticos) hacen que los pacientes crean que les va mejor incluso cuando están empeorando.  Como resultado, las personas a menudo sienten que no pueden vivir sin sus antidepresivos.[9]

El diagnóstico psiquiátrico se ha generalizado tanto que es casi posible mencionar cualquier tipo de "sentimiento" a un médico sin que se le asigne una etiqueta psiquiátrica y se le recete la última droga psiquiátrica. Y este escenario no se limita a emociones fuertes o tensiones graves.  

¿Te sientes fatigado?  Toma Fluoxetina.  ¿Se siente como si hubiera perdido el entusiasmo o la dirección?  Tome Paroxetina o Sertralina, especialmente si la Fluoxetina funcionó.  ¿Te sientes atrapado en una relación abusiva?  Tome Venlafaxina.  ¿Te sientes un poco nervioso?  Tome Alprazolam, Clonazepam o Lorazepam. ¿Tiene problemas para disciplinar a su hijo?  Dale al niño Metilfenidato, Dextroanfetamina o Adderall.[10]

¿Se dan cuenta de que están siendo sometidas a una de las campañas de relaciones públicas más exitosas de la historia? Pero hoy en día parece que queremos evitar todo tipo de dolor de manera rápida y sin pensar en las consecuencias. Esto no nos ayuda a buscar la raíz del problema para hallar una verdadera solución.

Cuando un cristiano está pasando por dolor y sufrimiento, no debe tratar de buscar alivio en antidepresivos porque eso sólo lo hará cargar con más peso que el de antes, ya que no sólo no ha arreglado el problema original, sino que ahora llevará la carga de la adicción de estos medicamentos. En realidad, cuando un cristiano comienza a tomar antidepresivos, están poniendo su fe en el marketing de las compañías farmacéuticas.

La depresión, culpa, ansiedad, vergüenza, la ira, todas estas reacciones indican que algo anda mal y requiere atención esencial. La profundidad del sufrimiento es un signo del alma por una vida mejor.[11]

Y sabemos que esa vida mejor sólo se encuentra en Cristo. La Palabra de Dios contiene innumerables ejemplos que nos enseña que el hombre siempre ha buscado caminos alternativos que le de esa paz que todos deseamos, aún sabiendo que son temporales. Como cristianos, podemos encontrar paz verdadera en Dios, y debemos descansar en Su Palabra, y aún en medio de esos problemas que nos causan tanto dolor, Él puede darnos tranquilidad y confianza de que todo va a estar bien, y esa es la dicha que nosotros como Hijos de Dios tenemos, el cual el mundo busca encontrar fuera de su creador. Cuidemos no caer en las tácticas del mundo buscando paz temporal que bien sabemos que sólo Dios da.

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:27

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7

Elizabeth Elliot dijo: “Estoy segura de que algunos de ustedes tienen un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado. Dios no despreciará esa ofrenda, aunque sea lo único que tengas para ofrecer.”[12]

Es muy triste ver que hay cristianos que pasan en depresión la mayor parte de su vida en este mundo. Debemos enfrentar este problema por el bien del reino de Dios, y por Su gloria. En cierto sentido, un cristiano deprimido es una contradicción de términos, y habla en contra del Evangelio. Los días en que vivimos son pragmáticos. La gente de hoy no tiene interés en la Verdad sino en los resultados. Sólo quieren saber si algo funciona. Frenéticamente buscan y rebuscan algo que pueda ayudarlos. Nosotros creemos que Dios extiende Su reino, en parte, por medio de Su pueblo. Por tanto, nada es más importante que librarnos de una condición que da, a quien nos mira, la impresión de que ser cristiano significa ser infeliz, y andar triste y moribundo, y que los cristianos ‘menosprecian la alegría y viven sólo para trabajar’.[13]

Esto es sin duda, una de las principales razones del por qué la gente no está interesada en el cristianismo, y sinceramente, tienen razón. Así que, nos corresponde como cristianos, representar a Cristo y al evangelio de tal forma que hombres y mujeres, en lugar de mirarnos como enemigos, puedan ser impresionados y sentirse atraídos, sin importar cuál sea nuestra circunstancia en la vida. Y esto no es sólo por nuestro propio testimonio, sino por el mismo testimonio de Cristo. Debemos vivir de tal manera que todos al vernos digan: ¡Yo quiero lo que esa persona tiene! ¡Yo quiero vivir como él!

Pero esto difícilmente será así, si estamos abatidos todo el tiempo. Tenemos, por lo tanto, una gran responsabilidad.

“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” 2 Corintios 3:2-3



[1] Jay E. Adams “Manual de Consejería Cristiana”. No. 33. Pág. 375

[2] Jay E. Adams “Manual de Consejería Cristiana”. No. 33. Pág. 376

[3] Jay E. Adams “Manual de Consejería Cristiana”. No. 32. Pág. 369

[4] D. Martyn Lloyd-Jones “Depresión Espiritual – Sus Causas y Su Cura”. No. 1. Pág. 20

[5] D. Martyn Lloyd-Jones “Depresión Espiritual – Sus Causas y Su Cura”. No. 1. Pág. 21

[6] Jay E. Adams “Manual de Consejería Cristiana”. No. 32. Pág. 371

[7] Peter R. Breggin, M.D. and David Cohen “Your Drug May Be Your Problem”. Pág. 21

[8] Peter R. Breggin, M.D. and David Cohen “Your Drug May Be Your Problem”. Pág. 20

[9] Peter R. Breggin, M.D. and David Cohen “Your Drug May Be Your Problem”.

[10] Peter R. Breggin, M.D. and David Cohen “Your Drug May Be Your Problem”. Pág. 22

[11] Peter R. Breggin, M.D. and David Cohen “Your Drug May Be Your Problem”. Pág. 21

[12] Elizabeth Elliot “Sufrir Nunca Es En Vano”. No. 5. Pág. 81

[13] D. Martyn Lloyd-Jones “Depresión Espiritual – Sus Causas y Su Cura”. No. 1. Págs. 11 y 12


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